Galería de Busqueda (Paysandú, Uruguay). 30 de Setiembre 2010, p. 22-24
La risa como el peor de los ataques (abreviado)
por PIA SUPERVIELLE
Un resbalón al entrar al trabajo en un día de lluvia que tuvo como saldo un moretón gigante en el brazo y al pantalón todo manchado, mientras la telefonista se ríe de manera burlona. Un vestido demasiado estridente para el sobrio casamento civil del primo de tu novio donde el desconocido dress code indicaba que había que ir vestido de negro, gris o a lo sumo algún colorito pastel. Tu madre que insiste en llevarte junto a tu abuela hasta la facultad el primer día de classe y cuando estás a punto de salir estoico de la situación te gritan: «Suerte pimpollito». Un chiste fuera de lugar en una reunión de trabajo, un nombre mal dicho a la persona menos indicada, una bombacha infantil o unas sábanas de Superman en una noche de sexo inesperado, la falta de coordinación en la clase de step coreo donde todas se mueven cual bailarina.

Situaciones como éstas en las que corremos el riesgo de sentirnos ridículos pululan en nuestras vidas, y el gran tema a veces no es cómo evitarlas sino cómo convivir con ellas. Para los más desinhibidos la clave está en el humor y en reirse de uno mismo. Para los más tímidos, lo más senscillo es no exponerse y tratar de pasar lo más inadvertido posible.

Sin embargo, esiste un caso estremo: la fobia a que se rían de uno, o gelotofobia, término acuñado por el psicólogo y sociólogo radicado en Alemanía, Michael Titze. Para el investigador, este miedo genera que ciertas personas se paralicen, dejen de actuar con normalidad por creer que se van a reír de ellos, y sufran por ello. En tiempos en los que se han descubierto muchos efectos positivos de la risa, es curioso que este gesto aparentemente tan inofensivo despierte en algunos preocupación, paranoia y hasta fobia en algunos.

Durante buena parte de las década de los ’80 y ’90, el psicólogo y sociólogo Michael Titze observó en su consulta que muchos de sus pacientes le tenían pavor a que se rieran de ellos, y que este temor se veía reflejado en buena parte de sus actutudes y compartamientos. En 1995, Titze empezó a hablar de la gelotofobia, una palabra compuesta por los términos griegos gelos (risa) y fobia (miedo).

En una entrevista realizada por el Centro de Estudios Adlerianos de Uruguay cuando Titze visitó el país en 2008, el especialista profundizó en el tema. «El miedo a las risas paraliza el curso libre de movimientos del cuerpo e influye en el pensamiento de la persona, la interpretación y actuación. En ese caso, ha occurrido una rotura profonda, ya que la risa en vez de ser vivida más como una expresión de alegría de vivir, es más bien como un medio cruel de disciplina social», explicó Titze.

La gelotofobia tiene serias consecuencias en el individuo, pues las personas se aíslan socialmente para evitar ser ridiculizadas, se vuelven muy frías y sin humor, pierden la espontaneidad, no viven la risa como una expresión que lo relaja y los diverte, además de sonrojarse costantemente sufren dolores de cabeza, temblores, problemas en el sueño y hasta pueden llegar a experimentar mareos. Aquellos que padecen este mal hacen que la risa se vuelva algo espantoso y son incapaces de diferenciar un chiste con buenas intenciones de una burla.

El psicólogo y professor uruguayo Yaír Hazán trabajó junto a Titze en su estadía en Uruguay y hoy sigue en contacto con el especialista alemán. Hazán detalló a galería que la niñez y la adolescericia son los dos momentos de la vida en los cuales el ser humano está más expuesto a sufrir porque se ríen de el y quedar marcado. «Que se rían de uno es de las peores agresiones que una persona puede recibir. Por eso es que la gente tiene muchísimo miedo de hacer el ridículo que se burlen de ella. Las personas que pertenecen a una minoría suelen tener que lidiar con que les tomen el pelo, porque son gordos, porque tienen una discapacidad física o mental, son de otra raza, tienen una baja condición económica o no entran dentro de los cánones de belleza. El diferente siempre es objeto de burla», afirmó.

Sin embargo, Hazán, quien fue durante mucho tiempo profesor de secundaria, reconoce que cualquiera puede ser objeto de burla y que muchas veces eso genera que niños y adolescentes no quieran ir más a clase. Pues como alguna vez dijo Mark Twain, la risa es un arma, y si es mal utilizada puede ser letal.

Hazán señaló que todos tenemos un sentimiento de inferioridad, según lo consignaba el fundador de la psicologá individual, Alfred Adler. Algunos convivimos mejor con él y otros lo padecemos. Cuando hacemos el ridículo y se ríen de nosotros ese sentimiento sale a la luz. «Si uno relativiza los problemas y se puede refír de algún error que tuvo en lugar de amargarse porque hizo e ridículo es mucho más saludable. Hay que tener la capacidad de reírse de unomismo y con los otros», sentenció Hazán.

El humor es una de los mejores maneras de desmitificar las situaciones ridículas y aquellos que trabajan con esa herramienta reconocen que con el paso del tiempo le han perdido el miedo a que se rían de ellos. Petru Valenski lleva años haciendo reír a los uruguayos y considera que trabajar con el humor lo liberó muchísimo, aunque sabe que el riesgo de hacer el ridículo muchas veces está presente.

«Hay una frase sobre el tema que se la escuché a Antonio Gasalla. Él dice que de lo transgresor al ridículo hay un pelo de distancia, y es por eso que tanto en tele, en teatro o en los shows sé caminar esa cornisa, y obviamente eso te lo da la experiencia», contó Valenski a galería.

Manuela Da Silveira dice llevarse bien con su miedo al ridículo, pues se enfrenta a él cada vez que sale al escenario con «Mucha cháchara». «No soy de tener mucho miedo, o lo tengo pero vivo desafiándolo. Tener miedo es malo para expresarte en el humor y eso hace que partas de la autocensura. Pero fuera de los escenarios y de las cámaras, le temo al ridículo. Por ejemplo, lo que más me da vergüenza es cuando voy por la calle y tropiezo. Nada peor que cuando vas canchereando y de golpe tropezás. No importa si te torciste e tobillo, no importa si te duele todo. Lo único que importa es que nadie te haya visto. Y si te vieron, querés cambiar de cuadra para cruzarte con otra gente y empezar de cero», aseguró Da Silveira.

El escenario es para muchos un espacio que, además, provoca terror, pues el nivel de exposición es altísimo. Pero la cantante María Noel Tatanto es un ejemplo de esas personas para quienes el temor a que se rían de ella no entra en el listado de sus «miedos habituales». Por ejemplo, si en un show no puede abrir la botella de agua, se le caen la partituras o se le desenchufa el micrófono, Taranto lo torna con naturalidad y hasta lo comenta con el público para que se partícipe. «El humor es el antídoto del ridículo y creo que lo más cercano a hacer el ridículo es tomarse uno mismo demasiado en serio. Creerse la más hermosa reina de las hadas y esperar admiración y aspavientos de emoción por parte de todos cuando entrás a un lugar, o pensar que todos tienen que hacer absoluto silenzio para escuchar tu parecer en algún asunto, o fingir ser lo que no se es, interpretar un papel para impresionar, eso sí que es ridículo. Por lo tanto, si es que esiste en mí algún miedo a hacer el ridículo, tendría que ver con esto de perder la persepectiva», afirmó Taranto.