Síntomas psicosomáticos como enrojecimiento, temblores, sudoración, palpitaciones del corazón son sostenidos y amplificados por la ansiedad anticipatoria: Este es el requisito previo para la desastrosa fijación de la atención que Frankl denomína hiper-reflexión. El método más importante para romper este círculo vicioso, es la intención paradójica. La declaración dice, que el paciente debe buscar precisamente contra lo que él luchó hasta el momento. La idéa fundamental de la terapia paradójica corresponde al principio de la homeopatía clásica: similia similibus curantur: el semejante cura lo semejante.
En este contexto, el paciente está motivado a “ironizar” sus síntomas. En efecto la ironía tiene gran parte como origen en la percepción del individuo de la paradoja. Frankl tomaba referencia en una tradición filosófica que fue creada por Socrates. El truco retórico consiste en que el irónico se hace a sí mismo de una manera inverosímil más pequeño de lo que es en realidad. A través de esto se desenmascára la conducta ostentosa y presuntuosa del interlocutor. Por lo tanto la ironía establece una técnica mediante la cual se hace evidente la oposición entre lo dicho explícitamente, con el pensado implícitamente.
El filósofo Søren Kierkegaard veía la función de la ironía, en que ésta posibilita tomar ángulos visuales diferentes al mismo tiempo. Al presentár como equivalentes modos de ver contrarias, se relativíza y respectivamente debilíta el peligro de la fijación unilateral (por ejemplo, el de una verdad absoluta). Kierkegaard consideraba a la dialéctica irónica escéptica negativa y la afirmación entusiasmada como un medio que puede también tener como efecto, reacciones de humor. Con eso él seguía una opinión del filósofo inglés James Beattie que señalaba al orígen de humor como una fusión de dos partes incoherentes, inoportunas o contradictorias, de manera que una relación totalmente particular se produce entre ellos. El humor irónico es el mejor medio para relativizar algo que nos parece imposible de resolver.
Exactamente en esta tradición se apunta Adler: Por ejemplo él estableció una relación entre el raro efecto del chiste con la fusión súbita de dos diversos esquemas de apercepción: la lógica privada del niño y el juicio del sentido común, que solo es disponible para los adultos. De ello se puede concluir: la risa estimúla un paso abrupto desde el razonable mundo de los adultos hacía el imprudente mundo del niño, y viceversa. Exactamente esta flexibilidad posibilíta una relativización irónica de interpretaciones unilaterales de la verdad. Por esta razón el humor es un medio para ver las cosas de forma relativa, ver que nada es absoluto y que hay otras miradas posibles. Como expresó Adler: todo podría ser de otra manera. Ésa es la fórmula de la paradoja. Adler escribía en 1933 (mil novecientos treinta y tres): "Siempre he considerado muy importante el rebajar todo lo posible el nivel de tensión durante el tratamiento, e incluso he ideado un método para decir al paciente que hay chistes que se identifícan perfectamente con la estructura de su neurosis y que por lo tanto, ésta se puede tomar con mayor ligereza de lo que él lo hace."
Utilizando el ejemplo de gelotofóbicos quiero mostrar cómo el humor paradójico se puede utilizar en el humordrama: Este es una forma de una forma de terapia paradójica en grupo. Pero en primer lugar quiero explicar lo que es la gelotofobia: Esta es el miedo a la risa ajena -- del griego ‘gelos’ (que significá risa) y del ‘fobos’ (que significá miedo), Este miedo aparece cada vez que el individuo escucha el hilarante sonido a su alrededór y piensa que va dirigido a su persona: lo interpreta continuamente como una burla maliciosa.
La gelotofobia, en general, se origína en la repetición de experiencias traumáticas de ridículización durante la infancia y la adolescencia. Hay indicios etiológicos que estas experiencias traumáticas son facilitadas por las condiciones específicas de la niñez, que tienen sus raíces en los primeros interacciones del niño. Personas afectadas de gelotofobia son aquellas que en su infancia se viéron obligadas a mostrar una fuerte lealtad por parte de las personas de referencia. Ellos tuviéron que tomar roles rígidos, definidos por el imperativo de ocuparse de las necesidades narcisistas de los padres.
Así los gelotofóbicos nunca pudieron ser niños realmente espontáneos, en el sentido de tener comportamientos "sin vergüenza". Tenían que comportarse tempranamente como si fueran pequeños mayores, que veían como su más importante taréa el bienestar de otras personas.
De ello resultaban, por lo general, artificialmente cercanas relaciones en la familia, que a su vez generaban irresolubles conflictos con el exterior, normalmente con los compañeros de la misma edad.
Los compañeros responden por lo general con diversión y una risa traviésa. Esta risa puede tener un efecto traumático y conlleva a la formación de la gelotofobia. Una consecuencia importante es un comportamiento frecuente evasivo, que complíca las relaciones con otras personas cada vez más. Una consecuencia adicional de eso es la adquisición reducida de competencias sociales, de manera que los afectados se ven en la vida social como forastéros entre extraños. Esto provóca inevitablemente la impresión de ridiculez en los miembros del grupo de referencia, que conócen y siguen las normas sociales. Todo esto lleva a que el círculo vicioso de vergüenzas traumatizantes sea activado una y otra vez. Por último, los pacientes sufren de graves tensiones psicosomáticas. Estas pueden ser tan fuertes que el hábito corporal hace una impresión muy inarmónica y extraña. Justo lo que llamamos el síndrome de Pinocho.
Los que sufren de este síndrome, han llegado a la posición de payasos involuntarios: ¡Éstos son individuos que llevan a otros a la risa sin haberlo querido! Cuando gelotofóbicos actúan como payasos involuntarios, ellos regularmente muestran una postura, que los hace aparecer como marionetas.
La consigna del tratamiento humordramático sigue la intención paradójica de Viktor Frankl, que escribió: "El paciente debe desear precisamente lo que él tanto ha temido hasta ahora: ¡es decir conscíentemente hacer el ridículo!" El paciente debe, por tanto, asumir la identidad de un payaso voluntario. El medio para realizar ésto es la reducción payasesca, limitando las funciones más importantes. Existen herramiéntas eficáces para lograr este objetivo:
- agua o canícas en la boca inhíben el flujo del lenguaje: La pronunciación suena extremadamente extraña.
- las piernas son atadas junta, haciendo así difícil el caminar: Esto recuerda a los pasos torpes de un niño pequeño!
- los brazos son atados juntos: El gesto esta limitado y parece torpe y tenso.
En el siguiente video se puede ilustrar este. Se trata de una mujer que sufre de problemas de vergüenza. En la primera parte del video habla de un viaje a Hawaii. Dice que ella quería informar a su jefe acerca de este viaje. Pero, esta mujer estaba totalmente desinteresada y sin empatía. Ella desgarró la conversación y le dijo con elocuencia acerca de su propio viaje. Como resultado, el paciente se sintió inmediatamente transportado de vuelta a su infancia. Durante este tiempo ella ha sido devaluada por su madre también. Esta secuencia de conversación se establece primero en un verdadero juego de rol. Después esta secuencia se juega con los medios de la reducción payasesca.
En el humordrama, todas las intervenciones terapéuticas sirven a la relativización de una conciencia fija y rígida. Como ya se mencionó, esta conciencia se prodújo en una fase temprana de la socialización cuando el hombre respectivo tenía que identificarse con los ideales normativos de sus personas de referencia. Estos ideales normativos expresan, por ejemplo, peticiones altruistas inadecuadas que son sólo en apariéncia expresiones de compasión. (por ejemplo: "No puedo desepcionar a nadie!"; "tengo que hacer todo absolutamente bien!"; "¡tengo que obedecér siempre!")
Estos principios compulsivos son aprobados en el humordrama incondicionalmente. Por lo tanto, estos principios simultáneamente son ironizádos, hasta que su afirmación correspondiente se muestre como absurda o ridícula. (Por ejemplo el terapeuta explica al paciente: "¡ Por favor, haga todo lo posible para mostrar a todos -- no sólo mediante palabras, sino con toda su postura corporal -- que usted es alguien que realmente quiere decepcionar a nadie!"o: "...que hace absolutamente todo bien!" o: "... que siempre obedecerá!"). Por lo tanto todos aquellos rasgos del protagonista, que han contribuido esencialmente a su aspecto "cómico" con el mayor de los entusiasmos son aprobados en el juego de rol. En total, se trata que los participantes se parodien "descaradamente" ellos mismos en el humordrama, exagerando sus faltas, y tomando de esa forma distancia de su mundo de miedos.
En el humordrama un "payaso terapéutico" actúa de co-terapeuta. Desde siempre el payaso ha sido una figura simbólica de una actitud de vida que se orienta en los impulsos originales afectivos de un niño. Con esto, el payaso está en una continua y obstinada oposición con respecto a las peticiones normativas de la vida adulta, respectivamente del "principio de realidad". Todo lo que el payaso simboliza pertenece también al mundo de vivencias del niño pequeño: una tosquedad motora y torpezas, una imprudencia (que puede parecer bobalícona desde la perspectiva del adulto) que manifíestan un disfrutar de la vida llena de ganas, impulsos sádicos y obscenos, como así también una imperfección verbal.
El payaso, que está simbolizádo en la figura de bufón, es justo para los niños una figura de identificación seductora.
Esta es la razón de por qué el payaso se ofrece realmente como objeto de identificación de ser un niño "desvergonzádo". Respecto de los mandamientos vergonzosos de un esquema de educación perfeccionista -- por ejemplo: "¡debes ser mejor de lo que eres!" --, el payaso se muestra como completamente sin interés. Él se acepta sin péros.
En el humordrama se trata ante todo de describir las situaciones disparadoras del sentimiento de vergüenza, que relacionan los roles forzados en su relación con la familia de origen. En éstos juegos de rol, el protagonista y algunos miembros del grupo recrean situaciones de la infancia correspondientes. Son exactamente en éstas escenas en las cuales los pacientes han experimentado el estar oprimidos, o en las cuales habían hecho el ridículo. Tan pronto como se pone la nariz de payaso, ocurre lo contrario: Ahora las diferentes situaciones del origen de vergüenza son puestas en escena por medio del payaso minimalista.
El payaso terapéutico estará al lado del protagonista respectivo para darle ayuda. Él se ocupará sobre todo para que el pensamiento (adulto) racional de auto-control no permanezca o sea dejado de lado.
Con esto, el payaso abstráe consecuentemente al paciente y lo lleva a comportarse como un niño vivo. Él lo alienta a decir galimatías y a moverse como un títere. El tomará del brazo al paciente, siempre que esté enredado en pensamientos de auto-control y le permitirá correr con él a lo largo y a través de la habitación, brincar o bailar. ¡Todo esto parece entretenido y divertido al mismo tiempo!
Una y otra vez el payaso terapéutico enseña al protagonista como tiene que comportarse: Él retarda en extremo, por ejemplo, los gestos, los movimientos de la cabeza y extremidades se suceden como si fúeran en cámara lenta. Él hace pasos pequeños y torpes, que pueden ser logrados al principio también atándole los pies con un cordón el uno con el otro.
Nuestra experiencia ha señalado que éste procedimiento lleva rápidamente hacia las raíces de aquella afección expansiva, que eran rechazadas por miedo a la vergüenza y fueron respectivamente cubiertas. La especial configuración o setting del humordrama promueve esta liberación combativa de impulsos de auto-afirmación. Si -- por nombrar un ejemplo -- el protagonista es confrontado en el marco de un juego de rol con personas de referencia avergonzadoras, éste sera incitado tan consecuentemente por el payaso terapéutico a una postura contra-provocadora, que las cohibiciones desarrolladas biográficamente (que no se basan en una autocrítica demasiado racional) no podrán en asoluto llegar a provocar efectos. Esta reflexión autocrítica es cancelado el hecho de que el payaso terapéutico, por ejemplo, hace "payasadas" desvergonzadas o dice determinadas "palabrotas".
A través de esto el pensamiento racional del adulto se bloqueara en cierto modo, de manera que no pueda formarse más un círculo vicioso específico de vergüenza.
La inmunización frente al miedo a ser objeto de burla toma un amplio lugar en el humordrama. Así, pueden ser ejercitadas en el marco de los juegos de rol las defensas a la "risa ignorante". Como condición de ésto, el actor respectivo renuncia a algunas de sus debilidades, sobre las cuales él se ha avergonzado particularmente hasta ahora. Luego, él es consecuentemente confrontado a éstas debilidades por los participantes del grupo; ante todo bajo las condiciones de la reducción a payaso, mediante la nariz roja, porte cómico, pronunciación poco clara etc.
Por lo tanto, las ideas directrices del humordrama deben ser vistos en la reducción y en el contrasentido. Ambos tienden a la exclusión de aquel punto de vista de realidad normativa, que es obligatoria para los adultos normales. El paciente puede llevar a cabo un cruce de frontera. Él puede jugando informalmente moverse en la esfera de su propio niño, que es, en el sentido más verdadero de la palabra, desenvuelto y "desvergonzado". De ello resulta un efecto liberador: los participantes de grupos particulares pueden desprenderse poco a poco de su postura respecto de si mismo, que de alguna manera es una consecuencia de la introspección y autocontrol.
Ellos contribuyen a crear, según el ejemplo de niños pequeños, afectivamente, es decir completamente con más alegría de vivir imparciales y juego absurdo y alegre, una comunidad, de la cual ellos no deben más temer.
Agradezco para su atención! |